¿Por qué todos deberíamos bajarle el ritmo a la vida?
Carpe Diem: un rincón en el mundo en el que te recuerdo por qué vivir en el presente es la mejor forma de ser feliz.
¡Feliz lunes!
En la mañana del domingo tuve un momento de revelación.
Sé que suena como algo sacado de esas películas en las que el protagonista se tropieza con lo extraordinario, y de repente, todo cambia. Lo que creyó durante hora y media de película ya no es igual, y ahora, gracias a ese instante en el que todo tuvo sentido, ahora ya sabe toda la verdad. Cualquiera que esa sea.
En las películas siempre sucede algo mágico, algo sobrenatural, algo inesperado, algo que supera las posibilidades de la vida real, de la vida cotidiana.
Pero para la realidad de las personas comunes y corrientes, como tú y como yo, lo más seguro es que no existan esos momentos inverosímiles. Lo más seguro es que esos momentos de revelación aparezcan mientras nos levantamos de la cama, cuando nos cepillamos los dientes, mientras nos amarramos los cordones de los zapatos o, como me pasó a mí en esa mañana de domingo, al regresar a casa luego de pasear a mi perro.
Para no alargar lo que quiero decir, llegué a casa, le quité a Benji el arnés (que a duras penas aun se mantiene en firme a causa de las mordeduras), le serví un poco de agua y decidí acostarme un rato antes de tener que volver a salir. Minutos atrás, mientras estábamos aun en el parque, caminaba despacio, muy despacio, queriendo admirar cada hoja sobre el pasto, cada grupo de gente que se dedicaba a jugar al fútbol o al tennis, a correr, o a sencillamente ocupar un espacio sobre las bancas que están regadas por todas partes. Así que cuando me acosté sobre la cama, mi mente ya venía ligera, como descansada si acaso, despojada de muchas de las cargas que suelo auto-infringirme por estos días.
De esta manera, traje de vuelta uno de los momentos más difíciles que tuve que pasar y que tuvo lugar hace más o menos año y medio.
Fue un periodo de mi vida en el que me quedé sin trabajo y sin matrimonio, y en pocas palabras, la vida entera se me vino abajo.
La cuestión es que desde que todo eso pasó (y aquí me estoy refiriendo 100% al trabajo que tenía), siempre me recriminé por cómo se dieron las cosas. Es decir, un día estaba todo perfecto y al día siguiente ya no. Más allá del golpe de la noticia, fue el llegar a sentirme como un completo fracaso, fue el cuestionamiento a mis decisiones, fue incluso el sentirme engañado y que todo se había echado a perder.
Y ese tipo de pensamientos nunca me dejaron en paz… hasta esa mañana de domingo.
La verdad es que entre más meditaba sobre ello, más de daba cuenta de que no tenía sentido aferrarme a lo que tenía, porque la realidad era que no era feliz haciendo lo que hacía. Lo que en realidad extrañaba eran las facilidades que el dinero que ganaba me brindaba, pero hasta allí. No era feliz. Y darme cuenta de que a la larga, esa situación me dio la perspectiva de vida que tengo hoy, me brindó paz.
Es curioso cómo la vida te muestra lo que debes saber a su debido tiempo.
Y en mi caso, me tomó varios meses percatarme de la verdadera razón por la que no valía la pena machacarme y machacarme por los eventos ocurridos en el pasado.
De todos los Substack que he escrito, esta es seguramente la introducción más larga que he hecho, pero sentía que no podía ser de otra forma.
Cuando encuentras paz con respecto a alguna situación dolorosa del pasado, es señal de que transitaste el camino solitario del dolor. Siéntete orgulloso de ello.
No importa el tipo de dolor que hayas sentido, sí es posible hallar las respuestas que buscas si sencillamente le bajas el ritmo a la vida. Y bajarle el ritmo a la vida puede significar muchas cosas, pero para mí, se resume en una frase: conectarte contigo mismo. En palabras de Eckhart Tolle, el autor del libro El Poder del Ahora:
“Estás mirando a un árbol o al cielo, a las nubes, y es un momento en el que no hay ningún pensamiento. Solamente la percepción y la conciencia a través de la cual la percepción sucede. Un espacio”.
¿Cuántas veces te has permitido estar a solas contigo mismo sin procurar ocuparte en absolutamente nada?
¿Cuántas conversaciones has mantenido contigo mismo, de manera que puedas oírte sacar lo que guardas en tu cabeza?
¿En cuántas ocasiones le has huido a la soledad?
Probablemente demasiadas veces; más de las que puedas contar.
Yo no soy un experto. Acabo de confesarte que llevaba año y medio atacándome por la crisis que atravesé, siendo completamente incapaz de llegar a una conclusión que me permitiera descansar. Pero así pasa y así somos: vamos por la vida tomando lo que viene a continuación, sin soltar de manera apropiada lo que nos pasó.
Y siendo honesto, puedo afirmar que durante todo este tiempo, fue imposible concentrarme de lleno en el presente porque cada día o cada día de por medio, volvía a traer de vuelta ese episodio tan dramático que me marcó desde lo más profundo de mi alma.
Hoy, mientras me preparaba para escribir este post, encontré esta cita de Carl Jung:
“La paz interior y la felicidad surgen cuando dejas de intentar controlar lo que está fuera de ti y comienzas a dominar lo que está dentro de ti”.
Ese es el efecto que ocasiona el acto de bajarle el ritmo a la vida: dejas de controlar lo que no puedes controlar, y empiezas a dirigir la mirada hacia dentro, hacia aquello que de verdad importa.
Quizás estés atravesando por algo doloroso, o quizás hayas pasado por algo que sabes te marcó de alguna forma y que aun es la hora y no has podido hallar paz con nada. No interesa mucho lo que sea, te digo una cosa: a menos de que logres conectarte con tu interior, esas ideas van a permanecer allí, inamovibles, y van a hacerte cuestionar cada aspecto de tu vida.
Puedes seguir el consejo de Tolle: camina un rato, abandona el celular en casa, ve despacio, observa los detalles por donde vas pasando, y pregúntate ¿por qué la vida tiene que ir tan deprisa? ¿Qué me preocupa y cómo lo puedo solucionar? ¿Qué me hace falta y cómo puedo intentar suplir esa necesidad? ¿Qué es lo que no me deja tranquilo y cuál es mi posición frente a ello ahora?
Existen respuestas que no van a ser evidentes hasta que vayamos nosotros mismos a desenterrarlas.
El problema es que llevar a cabo esa tarea requiere de valor y de coraje. Por eso es que la evitamos: porque nos da miedo lo que vayamos a encontrar si escarbamos lo suficiente.
Sin embargo, hoy quiero decirte algo muy importante: es preferible sacar esos demonios y eliminarlos para siempre (así cueste y así tarde), que vivir con ellos pretendiendo que no están ahí.
Hoy hubiera preferido darme cuenta de la verdad mucho antes, pero esa es la magia de vivir en el presente: nunca es demasiado tarde para volver a empezar.
Lo que aprendí esta semana
Benji es mi compañía viernes, sábado y domingo. Es decir, ya lo sabía, pero cuando ese perro miedoso y juguetón me deja, lo extraño.
Las decisiones importantes sólo se hacen evidentes cuando te enfrentas a la realidad que elegiste.
Bajarle el ritmo a la vida ayuda a colocar las cosas en perspectiva. ¿Qué quiero? ¿Hacia dónde voy? No hay que temerle a ese tipo de preguntas, aunque no tengamos claras las respuestas.
Soy un fotógrafo y cantante frustrado.
“La vida te está enseñando algo. Siempre. Todo, y cuando digo todo quiero decir todo, te prepara para lo que está por venir (…) porque mientras respires, habrá tiempo. Así que adelante”.
Mel Robbins, 1 hábito para cambiarte la vida.
Canción de la semana - Love of Strings de Moby.
Agradecer cada mañana, cada noche. Ser conscientes de que tener agua corriente, una cama cómoda, poder salir sin miedo, pasear, leer, incluso hablar son grandes privilegios que nos concede la vida. No los des por hechos, Agradece ✨