¿Para qué haces lo que haces?
Carpe Diem: Vive en el presente y persigue lo que te apasiona. Sé feliz.
¡Feliz domingo!
Hoy es un poco personal para mí. Esta publicación es de las más sinceras que he escrito.
Esta semana fue como estar subido en un diminuto carrito de esos que suben y bajan en una montaña rusa, sin saber siquiera cómo bajarme. Estar mirando a los costados por alguna herramienta, alguna palanca, algún mecanismo que me permitiera disminuir la velocidad o por lo menos asimilar lo que estaba ocurriendo.
No pude.
El carrito ganaba y ganaba velocidad y lo único en lo que podía pensar era “¿en qué momento pensé que esto era una buena idea?”. Era ridículo.
Me sentía como una estampilla de esas viejas que se pegaban en los sobres que se enviaban de un lugar del mundo a otro. Olvidado, resignado y con los sueños apagados. En otras palabras, la semana inició siendo una mierda totalmente.
Cuando tomaste decisiones en busca de algo, y ese algo no se da, empiezas a cuestionarte todo de ti mismo.
Un par de años atrás, decidí mudarme de Bogotá a Barranquilla con el objetivo de llevar a cabo un sueño. Un sueño que no se daría inmediatamente, pero que poco a poco (estaba convencido) me permitiría contar con más tiempo para disfrutar de mi familia y de lo que me apasiona hasta el día de hoy, que es escribir.
Los detalles de todo lo que sucedió en estos dos años los voy a dejar para después, pero lo cierto es que luego de todos estos meses, el darme cuenta de que aun me encontraba en el mismo punto, fue difícil de aceptar. Y fue como una cachetada en el instante en el que menos la esperaba. De repente, el café me sabía amargo; la rutina de ir al trabajo no me podía importar menos; el calor de la ciudad me recordaba que antes caminaba por las calles con frío. Cada vez con menos tiempo, cada vez con más preocupaciones.
¿Qué hago aquí? Deberían de darme el premio a la persona con los sueños más irrisorios del planeta. ¿Poner en riesgo todo lo que había construido para perseguir cosas que nunca se harían realidad? ¿En qué carajos estaba pensando?
Estaba caído y desconocía cómo levantar la mano para pedir ayuda.
Sucedió que el martes acompañé a mi esposa a la iglesia. Es una iglesia pequeña pero con las personas más cálidas que he podido llegar a conocer. Llevo casi 10 años creyendo en Dios, y debo decir que considero mi fe bastante fuerte, sin embargo confieso que tenía conflictos sin resolver con Él. Y mientras la guitarra sonaba en el fondo, y una voz guiaba la letra de las canciones, cerré los ojos y solté todo lo que guardaba dentro.
Aunque lo hubiese querido, no había forma alguna en que pudiera ocultar siquiera un fragmento de lo que sentía. Ya era demasiado tarde.
No hubo una voz mágica que me diera respuestas. De hecho, lo único (y más valioso) que obtuve esa noche fue la sensación de descanso. La frustración y la rabia habían hallado una forma de salir de mi cuerpo. Pero sin saberlo, algo había cambiado en mí. Y no fue sino hasta unos días después que entendí lo que era.
No son las circunstancias en sí lo que nos desanima y nos desmotiva; es cómo decidimos enfrentarnos a ellas.
Sí, lo sé. Puede sonar cliché. No obstante, no por eso lo hace menos cierto.
Me había centrado tanto en lo que no tenía, en lo que hacía falta, en lo que ahora mismo costaba y mucho, en lo que no era posible hoy, en lo que deseaba tanto y aún no ocurría, que sin darme cuenta, había construido una especie de cárcel y me había puesto a mí mismo dentro. Sin la llave y sin compañía. Se me había olvidado también que las cosas que valen la pena en la vida toman su tiempo, y que nunca sabes el momento en el que todo va a cambiar.
Esperar. Sí, esperar. Hay que saber esperar.
Y esto no siempre es fácil. Es más, casi nunca lo es. Saber esperar quiere decir que podemos ver lo bueno entre “lo malo” y no demostrar ingratitud con nuestra realidad. Saber esperar significa que somos capaces de mantener la misma actitud positiva de todos los días, mientras aguardamos por el instante en el que finalmente se abran las puertas que necesitamos.
Saber esperar es dar gracias por lo que tienes mientras trabajas por lo que deseas. Y no importan tus circunstancias realmente, porque te aseguro que lo que tienes ahora otras personas lo anhelan.
Esta ha sido mi manera de pensar desde que tengo memoria: siempre con la mirada hacia enfrente. Sin embargo, esta semana lo había descartado por completo. En consecuencia, dañé no sólo los primeros días de mi semana, sino además los de mi esposa (a ella le debo las gracias por tener tanta paciencia conmigo).
Y luego pasó que entre Benji y uno que otro avance que me devolvió el impulso para seguir luchando por el sueño que me trajo a Barranquilla, volví a conectarme con la que creo yo es mi esencia: ver el vaso medio lleno. No importa las circunstancias.
Pero nada más cambió.
Aun hay sueños que no se han hecho realidad, y aquí estoy. Lo que dejé atrás fue la mentalidad de derrota, la mentalidad con la que le decía al universo “no sirvo para nada y soy un completo inútil”, la mentalidad negativa que no me iba a llevar a ningún lado.
Como dije, le doy gracias a mi esposa por aguantar las pataletas de este soñador que ha encontrado en escribir su verdadera pasión, de este tipo que detesta cocinar y al que se le olvida todo, de este hombre que ha cometido cualquier número de errores pero que aún conserva algo de lo que le atrajo en un inicio (Dios mío, eso espero).
Debía dar gracias por ello. Debía ser agradecido y no olvidar lo afortunado que era.
No existe momento en la vida que sea 100% malo. Tan sólo creemos que es así.
Recordé entonces cuando, siendo niño y disfrazado de Superman, casi me lanzo desde un segundo piso porque no tenía ninguna duda de que podía volar. Y me dije, “¿por qué ahora tiene que ser diferente?, ¿por qué ahora, a mis 34 años, decidiría no volar?”.
Lo que aprendí esta semana
La frase “no me despierto temprano” ya no cabe más en mi vida. Benji ha modificado mi reloj biológico para las 6am.
Más allá de las metas o de los sueños, la felicidad es sentirse bien con lo que se tiene hoy.
Es normal desmotivarse al no ver resultados. Todos somos seres humanos y no siempre tendremos el mismo nivel de energía para trabajar por las cosas que queremos.
Descubrí que la respuesta a la pregunta, ¿para qué hago lo que hago?, me regresa a un estado en el que soy nuevamente capaz de trabajar por lo que quiero.
Le he encontrado un nuevo significado a la canción Blue Skies de Noah and the Whale. Un significado mucho más feliz, un significado más profundo.
Me siento completamente identificado con la frase de Seneca, “las cosas de las que huyes se encuentran dentro de ti”.
A veces lo único necesario es esperar para que las cosas caigan en su lugar. Así que sigue haciendo tu mejor esfuerzo y disfruta de los momentos que la vida te regale hoy.
Se como te sientes Luis. Esta reflexión es muy valiosa y es lo lindo del mundo de la escritura. Yo estuve en una situación similar pero más dificíl aún, dejar Colombia. Logré mi sueño de migrar y tengo el empleo que soñe. Pero ironicamente ahora mi sueño es volver para ver a mi madre de nuevo. Sigue adelante que los frutos vendran.