¡Feliz domingo!
Hoy me levanté con el cabello yendo a todos lados al mismo tiempo y con un poco de sueño. Le había dicho a mi esposa anoche que me levantaría temprano, pero como sucede casi siempre que lo digo, en realidad nunca pasa. La idea era levantarme a las 7am y terminé haciéndolo a las 8:30am. Y yo repito, ¿quién se levantaría temprano un domingo? (O en mi caso, ¿quién fue el que se inventó las levantadas bien temprano por la mañana?).
A veces me pregunto por el propósito de las cosas.
A veces desearía poder de alguna forma saber con qué fin nos pasa lo que nos pasa o qué se supone es lo que deberíamos aprender de lo que la vida nos pone enfrente.
Ayer me hice estas preguntas.
Habíamos decidido pasar el fin de semana alejados de la ciudad acompañado del sol y de la playa. Para mí, existen muy pocas cosas en la vida superiores a un día entero sobre la arena o metido en el mar. Al sol en su punto más alto mientras la piel se enrojece en la medida en que transcurren las horas. Muy pocas cosas en verdad (aunque por momentos está a la par de un desayuno conformado por pancakes y huevos revueltos - aun no he descifrado quién gana).
Conseguimos una carpa que apenas nos daba algo de sombra y mi esposa tomó la decisión silenciosa de no entrar al mar (sólo ella diría sí a la idea de ir a playa y no bañarse). Fue así como por un buen espacio de tiempo terminé solo, con el agua a la altura de los hombros.
Vi a las personas bañándose, a los niños jugando, a una pareja con una muy preocupante diferencia de edad, y me quede allí. Sintiendo el sol en la cara, escuchando el ruido de risas y de gritos a mi alrededor.
¿Por qué nos pasa lo que nos pasa? ¿Por qué meses atrás atravesaba por el peor momento de mi vida y hoy estoy aquí, disfrutando de algo que amo?
La conclusión a la que llegué (luego de 40 minutos en los que mi esposa aun no se metía al agua) fue que debía encontrar lo que amaba y valoraba más en la vida. Y ese descubrimiento fue posible gracias a que nos animamos a hacer algo que nos gusta, sin pensarlo mucho.
¿Por qué dejamos todo para después?
¿Por qué resulta tan sencillo hallar excusas para no hacer lo que queremos?
¿Por qué no sencillamente actuamos con más determinación, con más frecuencia?
Preguntas que siempre me inquietarán.
La vida acelera su ritmo mientras nos ocupamos posponiendo las cosas - Seneca
De no haber venido, no hubiéramos visto un atardecer, no nos hubiéramos quemado la planta de los pies por la arena hirviendo, no hubiéramos cenado pastas y pizza mientras recibía burlas de mi esposa porque yo le decía que era rubio de niño y ella me repetía que estaba loco, y definitivamente no hubiéramos preparado una sangría casera y visto una película antes de dormir.
Los pequeños momentos.
Y todo porque no dejamos que la oportunidad nos pasara de largo.
Especialmente hoy en día, es vital encontrarnos con nosotros mismos. Para vivir el momento, tenemos que aprender a encontrar los instantes en los que pensar muy poco y actuar son las mejores medicinas para lo que sea que estemos viviendo.
La vida, después de todo, no se trata de lo que nos pasa sino de cómo reaccionamos a ello.
Así que si realmente deseas hacer algo, busca la forma de que se vuelva realidad. No importa lo pequeño, no importa lo simple que sea.
Construye las historias que recordarás más adelante.