No pierdas la esperanza de que las cosas serán mejores
Carpe Diem: Vive en el presente y persigue lo que te apasiona. Sé feliz.
¡Feliz domingo!
Hace una semana compartí un episodio bastante difícil en mi vida. Hablé acerca de mi decisión de mudarme de vuelta a Barranquilla (ciudad en donde nací y me crié), y cómo de un momento a otro la vida me dio mil vueltas y terminé enfrentándome a mis peores miedos y a mis propios errores.
Hay varias perspectivas de esa época de mi vida. Una de ellas es la importancia de soltar todo aquello que nos ata al pasado e, incluso, todo lo que nos hace llevar una carga pesada sobre los hombros. Otra, igual de importante, es lo que nos lleva a creer que ya no existe esperanza alguna de superar lo que nos pasa.
Ambas las comprendí casi que al mismo tiempo.
Cuando recuerdo esos tres meses posteriores al instante en el que perdí mi trabajo y en el que mi matrimonio se vino abajo, lo primero que se me viene a la mente es una hoja de papel y un lápiz. Luego aparece un tipo pintado con trazos de una sola línea y lleva una sonrisa en su rostro. Una montaña rusa se muestra de la nada y el tipo se sube. Pero en la medida en que avanza el tramo, el dibujo se hace más y más complicado, de manera que el tipo empieza a ser consciente de que es el único subido en la montaña rusa y de que ya no está tan seguro de que pueda soportar todo el viaje, porque le aterran las alturas.
Así llegué a sentirme, y es una de las peores sensaciones que una persona puede llegar a conocer. No tanto por el hecho de estar subido en una montaña rusa, sino porque desconoces qué es lo que vendrá.
Y fue de esa forma en la que sentí que todo estaba perdido.
Veía a mi alrededor y no me apetecía nada. El positivismo que me caracterizaba se había llevado sus maletas para otro continente, y confieso que me sentí demasiado solo. Sí, contaba con amigos y familia, pero era una sensación que no podía evitar. Un día pasaba y me daba la impresión de que pasaban diez, avanzaba la tarde y ya yo quería que fuera de noche para poder dormir y apagar mi cabeza por completo.
Pasó un mes… dos meses… y todo seguía igual. Y fue allí en donde ya no supe más qué hacer. Había perdido la esperanza de que me recuperaría prontamente y me convertí en ese tipo dibujado en esa vieja hoja de papel subido en la montaña rusa, abandonado a su suerte no por nadie más sino por si mismo. No recibía nuevas ofertas de trabajo por más que empleaba horas enteras cada día aplicando a todas las que veía, y fue esa misma quietud la que terminó por hacerme creer que merecía mi mala suerte.
Sin embargo, en el tercer mes algo cambió.
Al mismo tiempo que empecé a soltar, me di cuenta a través de lo que escribía que todo en la vida se trata de un proceso. Y de que, en medio de lo malo, si lo miramos bien de cerca, también hay mucho de bueno.
Hoy estoy convencido de que la felicidad es un estado que existe por defecto. La felicidad siempre estará allí, siempre y cuando remuevas la noción de que algo falta en tu vida”.
Eric Jorgenson, El Almanaque de Naval Ravikant.
En ese tercer mes además viajé a República Dominicana con mis amigos más cercanos. Punta Cana es un paraíso al que he sido bendecido de ir dos veces, e incluye todas las cosas que me encantan en la vida: playa, tranquilidad y vistas envidiables. Fui bajo una extraña combinación entre obligado y queriendo ir, porque cuando la mente está envuelta en una pila de inseguridades y de miedos existen muy pocas cosas que logren desenredarla.
Gracias a Dios contaba con personas que se preocupaban por mí lo suficiente como para insistirme y volverme a insistir en que no desaprovechara la oportunidad.
Lo primero que hice al llegar fue meterme en el mar. Y lo recuerdo muy bien pues se convirtió en un ritual improvisado en el que hablaba en voz alta acerca de dejar ir la mala suerte, como si el agua salada mágicamente tuviera ese efecto. Uno de mis amigos más cercanos estuvo allí conmigo, y sé que cualquiera que nos hubiera visto con los ojos cerrados, alzando los brazos como atrayendo quién sabe qué del cielo, hablando quién sabe en qué idioma, hubiera pensado que estábamos locos. Locos de remate. No obstante, ese ha sido uno de los momentos que más recuerdo en mi vida, porque al salir del agua ya era imposible no reírme de las estupideces que acababa de hacer.
Ese viaje me ayudó a reencontrarme conmigo mismo y a encaminar de nuevo mis sueños y mis metas hacia el camino que, en el fondo, siempre supe que quería.
Pero nada cambió enseguida.
Cuando regresé a casa, lo único que tenía eran un par de entrevistas realizadas (que las hice en Punta Cana), y la confianza de que tarde o temprano todo caería en su lugar.
Nada más que eso.
Uno de los mejores libros que he encontrado acerca del poder que nuestros pensamientos tienen sobre nosotros, se llama The Power Of Your Subconscious Mind de Joseph Murphy. En él, el autor explica desde un punto de vista que puede parecer científico desde un inicio, para luego transformarse en algo bastante introspectivo, la trampa de infelicidad en la que todos caemos por no saber cómo traer orden al caos que en ocasiones se vuelve nuestra mente.
Por ejemplo, imagina qué increíble sería tener una casa frente al mar. Desde este instante, ese pensamiento se hace evidente. Podríamos decidir que esta idea no es factible porque no contamos con el dinero actualmente y por ende no vemos la posibilidad de costear ese sueño. Así que bloqueamos ese pensamiento y nos convencemos de que no podemos tener una casa frente al mar. Nos entristecemos y nos frustramos, y nuestro subconsciente entonces multiplica los sueños no realizados, la tristeza y la decepción.
Eso fue lo que me ocurrió a mí.
Sin ser muy consciente de ello, bloqueé ese pensamiento optimista de que, con el tiempo, iba a ser capaz de encontrar mi camino de nuevo. Y entonces mi subconsciente multiplicó ese sentimiento haciéndome ver todas las posibilidades en las que, en efecto, todo salía mal.
¿Cuántas veces te ha pasado lo mismo?
¿Cuántas veces has mirado a tus circunstancias y has creído que no eres capaz de superarlas?
¿Cuántas veces te has sentido solo cuando en realidad cuentas con personas alrededor que se preocupan por ti?
Tal vez no estás al tanto de ello, pero lo que piensas acerca de una situación determina tu perspectiva en general de las cosas que hacen parte de tu vida.
De haber permanecido positivo, nunca hubiera experimentado la sensación de soledad; de no haber pensado que nunca saldría de la situación en la que estaba, me hubiera ahorrado muchísimas noches sintiéndome como lo peor de este mundo.
Sin embargo, sé que a veces es necesario que pasen ciertas cosas en la vida para aprender lo que tenemos que aprender.
“Habla sobre tu meta en tiempo presente. Este método se relaciona con la imaginación. Es necesario imaginar detalles específicos, como el color de las paredes de esa casa frente al mar o la forma de las ventanas. Y es igualmente importante sentir la felicidad, la alegría, la realización y la gratitud que se generan cuando un sueño se hace realidad”.
The Power Of Your Subconscious Mind, Joseph Murphy.
La esperanza se pierde porque así lo pensamos, no porque la realidad lo dictamine. La esperanza se pierde porque nos enfocamos en lo que está mal, y no en lo que está bien. La esperanza se pierde porque deseamos que todo cambie enseguida, y no cuando debe ser.
La esperanza se pierde porque nos olvidamos de lo que tenemos, y nos centramos en exceso en lo que nos hace falta.
Como lo afirma Murphy en su libro, “la vida misma lo muestra: ideas negativas jamás ocasionarán resultados satisfactorios. Desafortunadamente, debido a la psicología humana, no vamos a poder eliminarlas por completo. Sin embargo, sí podemos reducirlas a un tamaño saludable, de forma que estos pensamientos no interfieran con lo que hacemos cada día”.
Lo que aprendí esta semana
A veces sentimos nervios más por lo que pensamos que va a ocurrir que por lo que en verdad termina ocurriendo.
“Un día a la vez, una cosa a la vez”, solía decir un jefe que tuve. Este consejo aplica para casi todas las áreas de la vida.
Hay amigos que, sin importar lo alejados que hayan estado en el último año, siempre van a estar allí como si nunca hubieran perdido el contacto.
Hay personas que, tal vez sin percatarse mucho de ello, te ayudan a enfocarte en unas cosas y descartar otras.
Canción de la semana: Wait de M83.