Cuando nada parece tener sentido…
Carpe Diem: un rincón en el mundo en el que te recuerdo por qué vivir en el presente es la mejor forma de ser feliz.
¡Feliz lunes!
Es difícil percatarse cuando las cosas carecen de sentido. Es como mirar alrededor y darse cuenta de que todos avanzan a un ritmo acelerado, mientras que tú te dedicas a contemplar el espacio preguntándote en qué momento se fue todo a la mierda. Y he empezado a caer en la conclusión de que hay cosas que pasan y no puedes evitarlas.
Es simplemente así.
He compartido en otros Substacks que las últimas cinco o seis semanas en mi vida han sido una completa locura. Lo que tal vez no he logrado compartir es por qué. Y si bien aun no me siento en la total capacidad para hablar sobre ello, basta con decir que tomé distancia de lo que por muchos años me llenó de felicidad. Ocho años y medio para ser exactos.
Nunca es fácil renunciar a alguien con la que compartiste tantos sueños y momentos, tantos planes y conversaciones acerca de cualquier tontería, tantas mañanas arropados por la luz del sol y por la pereza de un desayuno que tarda en prepararse, tantas noches aguantando las ganas de ir a dormir sólo para ver el final de esa película, y en fin, cada uno de esos pequeños instantes que se van acumulando hasta formar una burbuja gigante de la que cuesta salir.
¡Y cuánto cuesta salir de ella!
Hoy no sólo soy consciente de que existe una gran diferencia entre saber que necesitas un cambio y en realidad llevarlo a cabo, pero también de que hay unos que te rompen el alma.
El problema es que nadie te advierte sobre estos últimos, tal vez porque pocas personas los han sobrevivido, o tal vez porque no se sabe si es más doloroso haberlo hecho. La realidad es que alejarte de alguien con la que incluso te imaginabas contándote la cantidad de arrugas en el cuerpo en algún día en el futuro, te enseña de verdad lo frágil que somos como seres humanos.
Porque lo somos. Más de lo que creemos.
Y a pesar de los días en los que estuve distraído - una noche en el cumpleaños de una de mis tías, otra infinidad de noches atendiendo clientes del lado de mi trabajo, y una en la que me dediqué a armar un escritorio con más piezas que instrucciones - cada vez que llegaba a mi apartamento me golpeaba ese amargo sentimiento de soledad.
Y es esa soledad la que despoja de sentido a todo lo que hacemos.
Sin embargo, ya no sé si es soledad lo que percibía esta semana. Era una mezcla extraña entre un cambio que sabía que tenía que hacer y la realidad asomándose de repente sin vacilaciones; era un contraste entre lo que veía delante de mí y todos aquellos momentos que viví junto a esa persona, pero que ya quedaban cada vez más lejos en el espejo retrovisor de ese auto imaginario que se va volviendo la vida.
La verdad es que en unos instantes sonreía, y segundos después luchaba (sin éxito) para contener las lágrimas dentro.
Una noche mientras conducía, me acuerdo, sentí el impulso de sacarlo todo. Agarré el volante por la parte de abajo y me concentré en la carretera, en el tráfico implacable de la hora pico en Barranquilla, en lo que habrían de hacer todas esas personas que veía de reojo, en esos pensamientos nostálgicos que aparecían, y dejé que todo fluyera como un río a punto de desbordarse.
Naturalmente, lloré.
Lo que me di cuenta (o lo que había olvidado más bien) era que una vez salió todo de mi cuerpo, mi alma pudo descansar.
No había cambiado nada. De hecho, las circunstancias eran (y siguen siendo) exactamente las mismas, pero aun así, era evidente que mi corazón había logrado descargarse de alguna forma. Creo que eso es lo mágico de extraviarse… que de maneras inexplicables tu espíritu cuenta con la facultad de encontrarse de nuevo.
Entonces fui entendiendo una cosa: puede que no halles sentido ahora mismo a lo que te pasa, pero eso no quiere decir que no lo vayas a hacer más adelante.
Puede que hayas tomado una decisión y que a raíz de ella tu mundo entero se haya venido abajo; puede que en algún punto le hayas dado prioridad a otras facetas de tu vida e incluso a otras personas, antes que a lo que debió importarte muchísimo más; puede que el destino te haya proporcionado uno de esos golpes que duelen de verdad; o puede que hoy en día te estés preguntando si lo que estás haciendo es lo correcto o no, la realidad de las cosas es que la vida se maneja a su propio ritmo, no al nuestro. Y eso incluye, por supuesto, el significado oculto detrás de lo que nos sucede.
Déjame repetirlo (tal vez para convencerme yo mismo de ello): la vida cuenta con su propio ritmo, y no puedes pretender conocer el por qué antes de que ocurran las cosas.
El cambio es doloroso. Cuestionarte sobre el camino que estás recorriendo lo es también. Darte cuenta de que lo que parecía ser de una forma ya no lo es tanto, por supuesto que destruye el corazón. Sí. Todo eso es cierto. Pero es que el sentido no es descubierto a nuestro antojo; el propósito o lo que sea que tengamos que aprender, no es algo que surge espontáneamente o en el momento en el que se nos de la gana.
El significado de lo que pasa se hace evidente cuando tenga que hacerse evidente, o cuando estemos listos para ello.
Claro que va a doler, pero eso sólo quiere decir que eres humano, de carne y hueso, y no que vas a permanecer igual de allí en adelante.
Créelo.
Confía en tu habilidad para reponerte y para encontrar el equilibro una vez más.
No fuerces las cosas.
Y no reprimas lo que sientas, no importa si lo que va a salir te asusta.
Al final del día, la vida siempre te ha demostrado que cuida de ti. Y esta vez, no va a ser diferente.
Lo que aprendí esta semana
Un café, mi iPad y un desayuno, suelen ser la definición de un domingo perfecto para mí.
A pesar de contar con el manual, mi hermana y yo no servimos para seguir las instrucciones. Esta semana intentamos armar el escritorio que me regaló, con resultados bastante cuestionables.
Es cierto cuando dicen que la familia siempre estará allí. Lo está. Es solo que hay que esforzarse para no alejarse de ella.
Cuidar de mi perro es lo que más disfruto hacer los fines de semana.
Canción de la semana: Lights de Josh Ritter.
Qué reflexión tan profunda y real sobre la vida, el dolor y el proceso de encontrar significado en lo que nos sucede. Es cierto que a veces las cosas no tienen sentido en el momento, pero el tiempo nos permite entenderlo, y todo lo que vivimos nos prepara para ser más fuertes. Gracias por compartir esta vulnerabilidad y recordarnos que, aunque todo parezca caótico, siempre hay un ritmo que nos guía. Por cierto! Cuidar de mi perra también es lo que más disfruto hacer los fines de semana :) ¡Mucho ánimo en tu camino! Nos leemos por aquí.