Cómo vivir de una manera muy simple
Carpe Diem: vive en el presente y persigue lo que te apasiona. Sé feliz.
¡Feliz domingo!
¿Qué significa vivir de una manera simple? ¿Es bueno? ¿Es malo? ¿En qué nos basamos para definir lo que constituye una vida simple y que, por el contrario, signifique que no nos estamos complicando la vida? Y quizás lo más importante, ¿vivir una vida simple nos acerca a la felicidad?
Esta semana me llené de este tipo de preguntas sencillamente porque a veces me resulta muy sencillo hacerme una y otra vez los mismos cuestionamientos acerca de cualquier tema, darle vueltas a las decisiones que sé que tengo que tomar o demorar el impulso de actuar, sin pensarlo demasiado, en ciertas situaciones que requieren precisamente de eso.
En conclusión, hay ocasiones en las que es difícil estar en mi cabeza.
Y se me ocurrió que así como me ocurre a mí, también le sucede a muchas otras personas.
Esta semana me encontraba en el aeropuerto de Belize (pasé semana y media allá por trabajo) y lo que se supone sería una espera de máximo unos minutos para poder embarcar, terminó convirtiéndose en una espera de tres horas más la posibilidad de que el vuelo se cancelara por completo. En primer lugar, debido a las tormentas, el avión en el que viajaría tuvo que desviarse un par de veces para poder evadir el fuerte clima alrededor y poder aterrizar. En segundo lugar, el vuelo inmediatamente anterior al mío se retrasó y si ese no despegaba primero, yo tampoco lo haría. Y en tercer lugar, en un momento dado empezó a llover a cántaros en el aeropuerto y estaba completamente seguro de que terminaría por quedarme una noche más en Belize. Como si eso fuera poco, mientras caminaba en la sala de espera (que más bien parece una seguidilla de salas de espera diminutas, una al lado de la otra), dos canadienses iniciaron una conversación conmigo como si me conocieran de hace años. Ambos sostenían una cerveza en un vaso de plástico y hablaban acerca de la experiencia tan terrible que habían tenido intentando salir del país. Eso sucedió el miércoles y ellos venían sufriendo de vuelos cancelados todos los días desde el sábado inmediatamente anterior. Hablaban altísimo, como si no estuviera justo enfrente (aunque pudo haber sido el alcohol hablando por ellos), y ambos tenían una sonrisa de oreja a oreja que más bien se traducía en una combinación entre resignación y curiosidad.
En mi experiencia volando nunca había pasado por algo como eso. La sala de espera repleta de gente que se iba impacientando en la medida en que transcurrían los minutos; las personas caminando en círculos tratando de matar el tiempo; las tiendas de variedades, de ropa y de comidas que veían toda la escena como una oportunidad de vender unas últimas cosas antes de cerrar.
No supe bien qué hacer en ese momento.
Empecé a leer, luego me levanté, caminé por las tiendas, caminé por los pasillos, me senté a leer nuevamente, hablé con un par de amigos, hablé con mi esposa, volví a levantarme, me tropecé con los canadienses, escuché un poco de música, leí otra vez, me levanté otra vez, caminé otra vez.
Y todo fue ocurriendo como en círculos, como si esas tres o cuatro horas de espera fueran a repetirse hasta que alguien se cansara y se largara.
Personalmente, pienso que manejé la situación bastante bien. Sin embargo, recuerdo la imagen de una mujer que se mantuvo impasible durante todo el evento, de principio a fin. Sostenía su celular con la mano derecha y nunca mostró señales de desesperación o de incomodidad. Agarraba un libro y leía, volvía a su celular y continuaba en lo suyo. La verdad no puedo pensar en un momento en el que la haya visto siquiera hablar con alguien más.
Y esta mañana, mientras me disponía a redactar el artículo de esta semana, regresó a mi mente la imagen de esa mujer completamente imperturbable, en un contexto en el que resultaba más fácil perder la calma y enfocarse en otras cosas, que hacer lo que ella hizo.
¿Cuántas veces hemos perdido la tranquilidad por cosas sobre las que no podemos hacer nada al respecto?
¿En cuántas ocasiones nos hemos impacientado porque no vemos la resolución que queremos?
¿De qué manera afrontamos las dificultades que se nos presentan? ¿Mantenemos la calma? ¿Caemos en la desesperación? ¿Nos llenamos de ansiedad por lo que pueda pasar?
Mi propia experiencia me ha dicho que el único camino hacia la felicidad es vivir una vida simple. Básicamente, una vida en la que encontremos placer en el presente, a pesar de que tal vez contemos con problemas que lidiar; una vida que nos permite hallar paz en medio de lo que nos rodea porque sabemos que existen circunstancias que se escapan de nuestro control; una vida en la que deseamos muchas cosas y trabajamos por ellas, pero en la que no somos infelices si tardan o si nunca ocurren.
Una vida simple es saber que la felicidad está en el ahora y no el pasado, y ciertamente no en el futuro.
Hay un libro que leí hace poco que me hizo preguntarme cómo es que lo terminé leyendo tan tarde en mi vida, y se llama El Almanaque de Naval Ravikant de Eric Jorgensen. Es un libro que recopila fragmentos de entrevistas, pensamientos, ideas y perspectivas de Naval Ravikant, un empresario e inversionista que ha conseguido gran nivel de éxito gracias a su labor como CEO en AngelList y sus inversiones en Uber, Foursquare y Twitter.
Pero el libro no es para personas de negocios o para inversionistas. El libro es sobre su perspectiva de vida en lo que concierne a los conceptos de felicidad, de fe, de sabiduría y de esa búsqueda constante que todos tenemos sobre el conocimiento y sobre nuestro propósito sobre la tierra. El libro te anima a considerar lo que es más importante en tu vida y cómo, manteniendo el enfoque adecuado, es posible crear riqueza a partir de pequeños cambios que puedes implementar en tu vida.
Todos vamos a morir algún día, y nada de esto va a tener relevancia. Así que disfruta. Haz algo positivo. Entrega amor. Haz feliz a alguien. Ríe un poco. Valora el momento en el que estás. Y haz tu trabajo.
Suena cliché, pero son las cosas simples de la vida.
Ya he hablado antes acerca de cómo uno de mis peores hábitos era el de complicarme la vida pensando y sobreanalizando las circunstancias que sucedían (o no sucedían). Compartí alguna vez que llegó una noche en la que llegué a casa y discutí fuertemente con mi esposa ya que era imposible para mí encontrar paz mientras no viera progreso alguno en las metas que me había trazado.
Hoy en día ya no pienso de esa manera. Y si bien aun lucho contra ese sentimiento, este libro me ayudó a reforzar la idea de que la felicidad no proviene de las cosas o del dinero, sino de la mentalidad que tengas cada día.
Para mí, la felicidad no se trata acerca de pensamientos positivos. Tampoco de pensamientos negativos. La felicidad se trata sobre la ausencia de deseo, específicamente el desear cosas externas. Entre menos cosas deseo, más me doy cuenta de que soy capaz de aceptar las cosas tal cual como son; mi mente divaga menos ya que evito trasladarme hacia el pasado o hacia el futuro. Entre más presente estoy, más feliz y más contento lo estaré también.
En otras palabras, no importa si mi vuelo se retrasó tres o cuatro horas, si estuve las últimas dos semanas lejos de mi hogar por trabajo, si mis metas aun no se materializan, si los resultados que busco van a paso lento, si quizás lo que hago todos los días no me llena por completo. Nada de eso importa.
En lo que concierne a la felicidad y a vivir una vida simple, lo único que importa es qué tan consciente eres del momento en el que estás ahora.
Ten en cuenta lo siguiente:
Enfócate en lo que puedes controlar
Construye una vida alrededor de lo que en verdad importa para ti
Deja ir tu pasado
Hacer esto te ayudará a vivir una vida mucho más plena.
Lo que aprendí esta semana
No hay que forzar las cosas. Eventualmente, las soluciones a los problemas llegan. Tan sólo hay que mantener la mente abierta.
Enfocarte en tus metas es lo que te separará del resto de personas.
Puedes invertir mucho tiempo planeando sobre el futuro, pero nunca sabes el camino por el que la vida te llevará.
Tres o cuatro horas de espera para abordar un avión no son nada si cuentas con un buen libro para leer.
Aminora la marcha. Respira. No sigas el ritmo que este mundo impone.
Canción de la semana: MOON Music - Coldplay & Jon Hopkins.