¿Cómo desarrollar una mentalidad que te permita siempre priorizar tus metas?
Artículos con una sola premisa: impulsarte a llegar a tu mejor versión.
Estás leyendo uno de los artículos que dieron origen a Carpe Diem.
Te invito a escuchar mi podcast 🎧- Escribiendo el Momento ✍🏻 en Apple Podcasts, Spotify, o en donde sea que consigas tus podcasts.
Si cuentas con unos minutos en tu día, te invito a escucharlo 😎.
Este es episodio más reciente:
Todos nos enfrentamos a distintas prioridades en el mundo de hoy. Entre trabajo y las obligaciones de nuestra vida personal, nos vemos enfrentados constantemente a todas aquellas cosas que quizás no deban recibir un alto grado de importancia. Pero se lo otorgamos de todas maneras.
¿Cómo podemos entonces entrar a manejar cada una de las diferentes facetas que hacen parte de nuestra realidad de todos los días? Y más importante aun. ¿Cómo podemos asegurarnos de dar pasos significativos que nos conduzcan hacia nuestros objetivos?
Existe una sola forma, o más bien, una sola pregunta que hacerte.
¿Cómo esto que estoy a punto de hacer se conecta con mis metas?
Cuando nos ponemos a nosotros mismos a través de este lente, se nos abren varias perspectivas:
Deberíamos poder establecer si cada tarea que llevamos a cabo es un paso pequeño, mediano o grande en la consecución de nuestros objetivos.
Deberíamos poder identificar con qué frecuencia realizamos cada una de esas actividades.
Qué prioridad le estamos dedicando a tareas y actividades que no deberían ocupar la mayor cantidad de nuestro tiempo.
Es una pregunta simple, pero podría hacernos caer en cuenta por ejemplo, de que mucho de lo que hacemos cada día, en realidad nos desvía de aquello que realmente queremos hacer.
Y fue precisamente lo que ocurrió conmigo.
Por varios años sentí una frustración que iba en ascenso. Por un lado, gran parte de mi tiempo era dedicado a un trabajo que no me brindaba mucha satisfacción y, por el otro, aumentaban mis deseos de escribir pero no parecía tener la capacidad de hallar un espacio para ello. Al cuestionarme sobre lo que hacía diariamente y cómo se conectaba eso con mis metas, comprendí que esa frustración iba dirigida más a mí mismo que a las circunstancias que me rodeaban.
En otras palabras, me percaté de que el único responsable por no sentir mucho progreso era yo mismo.
No había nadie más a quien culpar. Ni siquiera a las demandas del trabajo, ni siquiera a las responsabilidades, ni siquiera a los compromisos. A fin de cuentas, yo era el que determinaba los grados de prioridad y qué tanto de mi atención le brindaba a cada cosa.
Y esa termina siendo una verdad que no podemos evadir.
Si realmente deseamos algo, encontraremos la manera de hacer que suceda.
Y entonces surgen dos principios que nos cuestionan qué tanto realmente deseamos alcanzar nuestras metas:
Estar dispuesto a cortar las excusas
Muchas veces queremos obtener resultados diferentes haciendo las cosas de la misma manera. Es decir, pretendemos alcanzar nuestras metas pero cuando miramos nuestra agenda en el día o en la semana realmente nada lo refleja. Y es allí en donde nacen las excusas.
Tengo muy poco tiempo libre
Me siento cansado no sólo física sino mentalmente
No cuento con el espacio ideal
Lo haré cuando (inserta cualquier situación) ocurra
Alguna vez dije todas esas frases. El peligro no radica en decirlas, sino en creerlas. Porque cuando las creemos, nos justificamos. Y cuando nos justificamos es cuando nos podemos pasar toda una vida repitiéndonos que nunca recibimos una oportunidad o que la vida fue injusta con nuestros sueños.
La verdad de todo es que las cosas no sucedieron para ti porque nunca te lo tomaste en serio, porque nunca te arriesgaste.
Y (esto es una opinión personal) es preferible haberlo intentado y fallado que nunca haber movido un dedo por ello. El grado de satisfacción con uno mismo es simplemente distinto.
Estar dispuesto a afrontar los miedos
Alcanzar nuestras metas supone un riesgo. Supone salir de zonas de comfort. Supone afrontar la incertidumbre implícita de hacer algo que no habíamos hecho antes. Supone aprender constantemente. Supone, dicho de otra manera, hacer cambios en todas las áreas de nuestra vida.
Y nada de esto es fácil.
El problema radica en que cuando nos atrevemos a hacer algo, empiezan a surgir los temores.
¿Qué tal si a la gente no le gusta? ¿Qué tal si recibo comentarios negativos?
¿Qué tal si fracaso o hago el ridículo espectacularmente?
¿Qué tal si estoy perdiendo el tiempo?
Si te das cuenta, absolutamente todos son suposiciones que se relacionan a una palabra: miedo.
Y el miedo es el peor enemigo de los sueños. El miedo se alimenta de las inseguridades, previniéndonos de lograr cualquier cosa.
La estrategia más eficaz para conquistar estos miedos es haciéndote estas preguntas:
¿Qué es lo peor si (acción en específico) ocurre?
¿Qué ganaría si (acción en específico) sale como yo lo espero?
¿Cuál sería el mejor escenario si (acción en específico) se da como yo quiero?
Ten siempre presente que lo único que se interpone entre tú y tus metas, eres tú mismo.





