¡Feliz domingo!
El cumpleaños de mi esposa es el lunes, 22 de abril. Y con eso en mente, decidimos celebrarlo con un fin de semana en Palomino, un pueblo a unas 4 horas de la ciudad en donde vivimos. Fue algo que surgió espontáneamente.
No fue planeado, no fue debatido ni discutido.
Sencillamente se dio.
(Foto del lugar en donde nos quedamos)
Recuerdo que hace un par de semanas, mientras cenábamos frente al televisor de la sala una noche cualquiera, yo di la sugerencia y mi esposa contestó que sí casi que por reflejo. Como si se hubiera golpeado el dedo pequeño del pie con la base de la cama e de inmediato hubiera pegado el grito en el cielo.
Así de rápido. Así de instintivamente.
Anoche, luego de un día entero de sol y de mar, y antes de salir a cenar, mi esposa se colocó frente al espejo del baño, su cabello aun mojado, las delicadas marcas de su vestido de baño en su espalda y hombros, me miró a través del reflejo y empezó a bailar lentamente. Le devolví la mirada y sonreí. Hacía tiempo que no nacían cosas de forma espontánea entre ambos.
Como ese momento. Justo como ese momento.
Una vez leí que todos deberíamos tener una noche que contar. Lo que sucede es que no lo permitimos.
Nos concentramos tanto en las responsabilidades y en los compromisos, que actuamos como si esa parte de nosotros se hubiera muerto, como si ni siquiera nos interesara tenerla presente. ¿Cómo pretendemos vivir siendo felices si dejamos a un lado las cosas pequeñas que llenan nuestra vida?
Ese instante de allí, viendo a mi esposa por el reflejo de un espejo en una cabaña rústica de madera, hizo que todo el viaje valiera la pena. No por el lugar en sí, sino porque nos dimos la oportunidad de vivir algo diferente, algo fuera de lo usual. Y eso naturalmente ayuda a que nos veamos de formas diferentes, a que nos veamos con otros ojos.
¿De qué sirven las rutinas si no las rompemos de vez en cuando? ¿De qué valen las comodidades si no nos desprendemos de ellas cuando se nos plazca? ¿Con qué sentido nos preocupamos tanto por cosas materiales si los recuerdos más lindos de nuestra vida no tienen nada que ver con ellos?
Hoy estoy aquí porque se me ocurrió una idea y no lo pensé en exceso.
Lo hice.
En el fondo sabía que quería estar aquí y no dejé que mi cabeza me enseñara motivos por los que fuera mejor esperar. La verdad es que si lo meditamos bien, siempre existirán ese tipo de razones: aquellas que nos obligan a detenernos y a no hacer nada.
Siempre.
Pero es por eso que para poder vivir en el momento, tenemos que actuar. Y muchas veces, actuar sin pensarlo demasiado. Toma lo que quieres y actúa. No esperes.
¡No lo hagas!
No des chance a que tus pensamientos ralenticen tus pasos. No te repitas a ti mismo que es mejor permanecer estático y no dar ni siquiera un paso en la dirección que quieres.
Mark Twain dijo una vez:
La vida es corta. Rompe las reglas, perdona rápido, besa lento. Ama de verdad. Ríe incontroladamente y nunca te arrepientas de lo que alguna vez te hizo sonreír.
Los recuerdos se crean cuando nos animamos a vivir.
No desaparezcas las mejores experiencias que la vida puede entregarte.