5 lecciones que aprendí gracias a 14 años de cambios en mi vida
Carpe Diem: un rincón en el mundo en el que te recuerdo por qué vivir en el presente es la mejor forma de ser feliz.
¡Feliz lunes!
La vida está repleta de altos y bajos; de momentos felices y momentos no tan felices; de luchas, anhelos y sueños; de amores y por supuesto de desamores. Nadie te prepara para lo que se aproxima, ni siquiera manteniendo una leve pista sobre ello, y por eso es que cuando algo nos duele, nos duele de verdad.
Si miro en retrospectiva, he tenido la fortuna de vivir de todo un poco. Y de cada experiencia he aprendido infinidad de lecciones. Unas han sido fáciles de digerir; otras aun me encuentro en medio del proceso. Pero lo que absolutamente todas tienen en común es esa capacidad tan particular de tocar cada fibra de nuestro corazón y de recordarnos que sí, que somos de carne y hueso, y de ubicarnos en un tiempo y espacio en el que quizás no pudimos contener la alegría por algo, o que quizás creímos que era posible que nos pudiéramos morir de tristeza.
Hay momentos en la vida que simplemente llegan, y nunca vamos a estar preparados para ello.
Las diversas circunstancias que conforman nuestra realidad están hechas de vaivenes, acaso como olas, que mueven el barco de nuestra vida de un lado a otro, lo sacuden, lo suben y luego lo hacen descender a toda velocidad; unas veces con éxito, en otras no tanto. Al fin y al cabo, como escuché decir una vez, “lo único cierto en la vida es que nada permanece igual. Todo cambia”.
Y es precisamente el cambio el que lastima, porque no en todas las ocasiones se siente como algo positivo.
Esta semana, por ejemplo, he intentado ganar una batalla con mis pensamientos. Entre lo que mi cabeza me repite acerca de los motivos de mis decisiones y lo que mi corazón me cuenta en medio de susurros, he ido de un lado a otro buscando la respuesta a una simple pregunta: ¿estoy actuando de manera correcta? Y casi que enseguida surge otra, ¿cómo hallo de nuevo mi camino?
Eso es lo que sucede con los cambios drásticos: nos desacomodan, remueven nuestro centro de equilibrio.
Por tal motivo me la he pasado creo que con un pie tratando de iniciar la carrera, y uno anclado en la tierra impidiendo que pueda salir a correr; con miles de imágenes dando vueltas en mi mente acerca de lo que fue, y unas ganas de generar nuevos recuerdos; con una mentalidad fuerte de que soy una buena persona capaz de encontrarse a sí mismo, y una duda terca que lo coloca todo en entredicho.
La verdad, tengo que confesarlo, esta semana fue estática para mí. Llegué a sentirme como el protagonista de uno de esos videos en los que se ve a una persona moviéndose lento, mientras que todo alrededor se mueve a mil kilómetros por segundo, de manera que ni siquiera logras detallar las formas y sólo puedes ver la silueta que el resto de las personas dejan a su paso. Y a pesar de una tarde transcurrida enfrente del rio, disfrutando de una compañía totalmente inesperada, regreso al mismo punto de partida de siempre cuando entro por la puerta y veo que la realidad está allí, esperándome.
Pero está bien así… porque no importa cuánto desee que ocurra ya, lo que tenga que aprender de toda esta experiencia se hará evidente cuando corresponda.
Y es de esta forma que llego a esas 5 lecciones que he aprendido a raíz de 14 años de cambios en mi vida:
No dejes para después lo que es importante para ti
No dejes nada para más tarde. Más tarde, el café se enfría. Más tarde, pierdes el interés. Más tarde, el día se convierte en noche. Más tarde, las personas crecen. Más tarde, las personas envejecen. Más tarde, la vida pasa de largo. Más tarde te arrepentirás de no haber hecho lo suficiente cuando tuviste la oportunidad.
Toshikazu Kawaguchi.
Dejar para después lo que es importante para ti parte de la certeza de que cuentas con más tiempo para hacer lo que tienes que hacer. Sin embargo, esto no es cierto. “Nuestros días sobre la tierra son tan fugaces como una sombra”, dice la Biblia en Job, haciendo referencia a lo increíblemente veloz que es nuestro andar por la vida. Y es ese recordatorio acerca de nuestra propia mortalidad la que debería convertirse en el combustible necesario para no desaprovechar los minutos, para no arrojar a la basura oportunidades que podrían llevarnos por rumbos que nunca pensamos que fueran posibles.
Sin embargo, todo parte de una decisión. Y una decisión que nadie puede hacer por nosotros.
Tomar acción es tan importante como saber qué es lo que quieres en realidad, y puede que lo sepamos, pero en lo que fallamos siempre es en dar prioridad. Nunca se nos pasa por la cabeza que existe la remota posibilidad de que, en efecto, nuestro tiempo no sea ilimitado.
Evitar el cambio sólo va a hacer que te conformes
Esta es particularmente difícil para mí porque soy una persona que se aferra a lo que conoce. Soy una persona a la que le cuesta soltar. Y eso no es del todo positivo.
Cuando tienes claro que necesitas un cambio y lo evitas, estás colocándote de último en tu lista de prioridades. Lo que pasa es que no te percatas de ello en el instante; la mayoría de las veces ocurre cuando ya es demasiado tarde.
Es preferible admitir que atravesaste por la puerta incorrecta, que pasar toda tu vida en el cuarto equivocado.
Anónimo.
En mi caso, fue claro que las cosas tenían que cambiar. La realidad era que no podía ignorarlo más. Pero ello no hizo que la decisión resultara siendo sencilla de tomar. De hecho, fue todo lo contrario, porque empecé a caer en cuenta de todas aquellas cosas que ya no continuarían siendo como las conocía hasta ahora.
Y eso no siempre es malo.
Eres el único responsable por lo que pasa en tu vida
“Los días soleados no van a sencillamente irrumpir en tu vida. Para conseguirlos, debes caminar hacia ellos”.
Rumi.
Eres el único responsable de que las cosas pasen en tu vida. Punto. No importa el contexto, no importan las dificultades, no importan los problemas. Siempre vas a tener el control sobre cómo respondes ante todas ellas. El inconveniente principal al que todos nos enfrentamos alguna vez es que esa respuesta usualmente proviene en forma de queja o de una frustración constante. Es decir, desviamos la responsabilidad y culpamos a otras cosas por nuestra falta de acción. Y te lo digo por experiencia: transitar por esta ruta sólo te conducirá a la infelicidad.
Estas son algunas de las preguntas que me hago a mí mismo cuando noto que estoy cayendo en lo anterior:
¿De qué manera este problema me puede ayudar a enfocarme en mis objetivos?
¿Realmente siento que estoy haciendo lo suficiente por las cosas que quiero? ¿Qué me hace falta?
¿Esta situación que se presentó hace imposible que pueda avanzar, o tan sólo lo dificulta? En caso de que sea la segunda, ¿qué estrategias puedo implementar para solucionarlo?
Persigue objetivos, pero nunca te olvides de lo que tienes ahora
Me encanta esta cita de Marco Aurelio:
No te imagines teniendo cosas que no tienes. Más bien, elige lo mejor de las cosas que tienes y piensa en cuánto las desearías si no las tuvieras.
La escribió hace dos mil años.
DOS MIL.
Y aun luchamos para demostrar gratitud con lo que hace parte de nuestra vida ahora. Soy un firme creyente en que si das gracias por lo que tienes, no interesa que sea poco, apreciarás mucho más los pequeños momentos y empezarás a darte cuenta de que sí, de que aun en medio de tus circunstancias, puedes igual sonreír.
Ama tu vida, aun si las circunstancias son difíciles
Enamórate de tu propia vida. Ama hasta los más mínimos detalles de ella.
Jack Kerouac.
Qué fácil es decirlo, ¿cierto? Ama tu propia vida. Creo que si alguien nos preguntara si amamos nuestra vida, probablemente diríamos que sí. Ahora, ¿amas cada detalle de ella? Me refiero a CADA detalle. ¿Amas la condición actual de la relación con tu pareja? ¿El trabajo que llevas a cabo todos los días? ¿El dinero que guardas en el banco? ¿El auto que conduces? ¿La casa en la que vives?
La verdad es que la respuesta debería ser la misma.
No porque aspectos de nuestra vida no sean los ideales o como los imaginamos alguna vez, quiere decir que esté bien menospreciarla.
No lo está.
La clave para percibir felicidad es saber que aunque no todo sea tal cual como lo queremos, podemos dar gracias por ello.
Lo que aprendí esta semana
Benji es como el hijo que aun no tengo: me da alegría su compañía, pero a veces me saca de quicio.
La vida se mueve por temporadas. Y unas, naturalmente, son más amargas que otras.
Tengo 34 años, pero me siento de 27, especialmente cuando de hablar de tonterías se trata.
Debo animarme más a salir de mi zona de confort. Nunca se sabe el momento exacto en el que una cosa, en verdad, va a llevar a otra.
Canción de la semana: Hollow Man de Bon Jovi.
Tu escrito me hizo pensar en esos procesos de cambio que son lentos y te requieren presente. Tantos retos que tengo en los que trabajar, habitos como el ejercicio que prolongo y prolongo. Y más recientemente, me acabo de mudar, no imagine que este apartamento no tendría microondas y me hace tanta falta que ni si quiera pensaba en la posibilidad de no tenerlo, ahora veo cuanto valor tiene para mí. Quizás algo vanal y relacionado a mi comodidad pero a fin de cuentas me resuena.
Gracias por compartir un pedacito de ti en cada reflexión, un fuerte abrazo.
Heemosa reflexión Luis. Me dejarón resonando unas frases que dejas y deseguro mi siguiente escrito será inspirado en lo que dices.