4 enseñanzas para una vida más plena
Carpe Diem: vive en el presente y persigue lo que te apasiona. Sé feliz.
¡Feliz lunes!
Mi abuela falleció esta semana. Su última imagen, la última vez que la vi, se quedará grabada en mi cabeza para siempre. No abrió los ojos, no pronunció palabra alguna, no tuvo el impulso de abrazarme o de tomarme de las manos. Ya para el martes su cuerpo estaba tan sedado que lo único que quedaba por hacer era esperar lo que por tantos meses y tantas semanas la familia había intentado hacerse la idea de que ocurriría. Acostada en su cama de hospital, dormida, lucía como esas rosas o margaritas que se mueven sutilmente de un lado a otro con el paso de la brisa, meciéndose de izquierda a derecha y luego regresando a su lugar de origen, completamente en paz.
Esa es la imagen que prefiero guardar.
Sucedió el miércoles a las cinco de la mañana aproximadamente.
No estuve presente en ese momento, pero para los familiares que sí estuvieron, sólo puedo imaginarme esa sensación tan amarga que debe surgir cuando sabes que tu mamá murió, por ejemplo. A Dios debo darle gracias porque no ha dispuesto para mí ese instante en el que una cama de hospital y un frío de los mil demonios me recuerden que ya no escucharé la risa de mi propia madre, repitiendo las mismas frases y dándome los mismos consejos que sólo las mamás pueden regalar.
Debo confesar que en los años más recientes de mi vida no fui muy cercano a ella. Sin embargo, siempre tendré presente su sonrisa de oreja a oreja cuando nos recibía en su casa y nos preparaba cualquier manjar que podía ocurrírsele; las preocupaciones de abuela y sus medicinas naturales; sus regaños porque no concebía la idea de que sus nietos consideraran dormir hasta tarde; y, por supuesto, los regalos que te colocaba en las manos sin que tú hubieras abierto la boca para pedírselos.
Así era ella y la recordaré para siempre de esa forma.
A raíz del fallecimiento de mi abuela, mi papá llegó a la ciudad. Mi padre ya llega a los setenta años (o como él mismo dice “a mis primeros setenta años”, como si se trataran de un primer grupo que se acumuló y que al llegar a ese número, mágicamente se multiplica por otros tantos hasta llegar hasta quién sabe cuándo.
Así es mi papá.
Para él todo tiene un toque de humor (cualidad que me gustaría haber heredado). No existe situación alguna en la que no haga uso de su ironía característica o de esa forma tan peculiar (tan de él) de tomar del pelo a quien tenga la fortuna (o mala suerte) de cruzarse en su camino. Esa misma manera de ser le asegura amistades por donde el destino decida llevarlo; y esa misma despreocupación por las cosas mínimas de la vida lo han conducido a mostrarme un ejemplo de ligereza, por decirlo así, cuando las circunstancias pueden estar clamando por otro tipo de reacción. De niño, cuando mi papá iniciaba una conversación de la nada con la mujer de la caja registradora en un centro comercial, recuerdo que me moría de pena y hacía como que le prestaba atención a cualquier otra cosa. Ahora, a mis 34 años, lo único que hago es sonreír en secreta admiración.
Y es así como, sin saberlo, mi padre me ha enseñado a no tomar tan en serio la vida. Algún día se lo compartiré y le diré gracias.
Hubo un momento que también tendré presente hasta el día que muera. Ocurrió el sábado mientras decidí llevarlo a almorzar frente al mar. Al irnos trasladando en el auto, sabía que la única música permitida en el trayecto hasta el lugar era salsa. Y lo sabía porque recordé en ese instante que mi padre había cantado en una orquesta hace muchísimos años y que amaba los arreglos y las composiciones musicales.
No me equivoqué.
Al escuchar las primeras canciones, mi padre tuvo la reacción instantánea de hacer sonidos de trombón y de bajo con su boca y sus manos, siguiendo la melodía y trayendo de vuelta a su cabeza (esto nunca lo dijo, aunque estoy seguro de ello) todas esas noches en las que se subió al escenario a hacer una de las cosas que siempre le gustó hacer, que era cantar.
Me imaginé entonces una escena de una realidad alternativa en la que mi padre nunca se apartó de mí y yo aprendí sobre música, y ambos terminamos allí, quizás en ese mismo auto o quizás en otro, uno cantando y el otro haciendo sonidos de bajo y de trombón de fondo.
Esa imagen, en blanco y negro por alguna razón, me dio la certeza de que eso me haría eternamente feliz. Lo haría incluso sabiendo que si llego a poner a trabajar las cuerdas vocales para cantar, destruiría todo lo que se encuentre a mi paso.
Esta semana me ayudó a reencontrarme con primos y familiares a los que normalmente no veo. Y eso me llevó a ser consciente de lo mucho que disfruto compartir con ellos. Así mismo, fue como colocarme frente a un espejo e intentar evaluar varios fragmentos de mi propia vida en el proceso.
¿Por cuál camino estoy conduciendo mi vida?
¿Estoy haciendo todo lo posible por cumplir mis objetivos?
¿Estoy de verdad viviendo mi presente o estoy dejando que los días sencillamente pasen?
¿Qué futuro estoy construyendo o qué futuro deseo construir?
Me di cuenta de algo.
Tengo muchísimo por trabajar. Unas veces estoy animado, otras veces no. Unas veces me preocupo en exceso; en otras cuento con demasiada confianza en que las cosas saldrán de la mejor manera. Unas veces soy el hombre más optimista sobre la tierra; en otras no creo en mi mismo siquiera.
La verdad es que resulta muy difícil permanecer siempre igual, sin ningún sobresalto, sin ninguna caída, cuando lo único que hacemos es sentir absolutamente todo lo que se nos cruce.
Se convierte en un reto, uno que desconocemos completamente si podremos superar, pero también pienso que esa no es la idea. La idea debería ser percibir lo que nos rodea, incluso si son tristezas, para luego retornar a todo aquello que nos llena de felicidad y nos permite llevar una vida más plena.
Estas han sido las 4 enseñanzas que he aprendido y que me han permitido hacer precisamente eso:
Entender que las cosas en la vida suceden por una razón
No importa qué tan grande sea la puerta que se te haya cerrado en tu vida, ten claro una cosa.
Si confías en que todo sucede por una razón y sigues trabajando por lo que quieres con el mismo afán, con el mismo impulso, no tardarás en darte cuenta de que nunca hubiera sido posible de otra forma.
Mirando atrás, sé que no estuviera escribiendo estas líneas si muchas situaciones en mi vida hubieran resultado siendo distintas. Y eso es duro aceptarlo, pues no todo ha sido felicidad y risas. He vivido momentos difíciles. He llorado, he perdido, he defraudado a otras personas, me he defraudado a mí mismo.
Sin embargo, conozco hacia dónde quiero ir y hoy puedo decir que estoy más cerca que nunca de ese objetivo. Las crisis que han llegado a mi vida me han enseñado lo que es más importante y me han ayudado a cambiar aspectos de mí mismo que no andaban bien.
Por eso tengo claro que todo me he llevado hasta este punto y eso me ayuda a crear la perspectiva adecuada para afrontar lo que venga más adelante.
Da pequeños pasos en la dirección correcta
A veces queremos ponernos a trabajar y que los resultados se hagan evidentes enseguida. Nos frustramos cuando eso no ocurre. Creemos que nada de lo que hacemos vale para algo y lo abandonamos todo al poco tiempo.
Yo también tuve esa actitud e hizo imposible que pudiera disfrutar plenamente una buena época en mi vida.
Los sueños grandes se consiguen con trabajo sí, pero con trabajo constante, dado en pequeñas dosis cada día. De hecho, ir paso a paso nos garantiza que aprenderemos una cosa o dos acerca de saber esperar y de ser consistentes, dos características casi que inexistentes en el mundo de hoy.
Cree en ti mismo y ten claro que un pequeño paso cada día es mejor que no avanzar en lo absoluto.
Disfrutar el presente
Hace un par de años escuché en una conferencia a alguien afirmar que “la depresión era exceso de pasado; el estrés exceso de presente; y ansiedad exceso de futuro”.
No sé si esté de acuerdo con absolutamente todo, pero de algo sí estoy seguro: no existe peor enemigo para poder disfrutar de lo que tenemos actualmente que vivir en el pasado o en el futuro.
Cuando nos recriminamos por lo que sucedió o por lo que hicimos, nos vestimos de juez y nos criticamos por las acciones que fuimos capaces de llevar a cabo. Nos olvidamos de algo muy importante y es que hoy ya no pensamos de la misma forma, así que juzgar lo que pasó con la perspectiva actual no tiene en cuenta lo que sentíamos en ese momento. Por eso es que nos cuesta soltar circunstancias pasadas, porque nos convencemos de alguna manera de que las cosas hubieran sido mejores si algo hubiera sido diferente.
Pensar constantemente en el pasado o en lo que creemos que va a pasar más adelante, elimina la tranquilidad que necesitamos para disfrutar del presente.
Estar conscientes de nuestra propia mortalidad
No vamos a vivir para siempre. Eso lo sabemos. Y sin embargo, a veces actuamos como si contáramos con todo el tiempo del mundo.
Vamos por la vida aplazando lo que tenemos que hacer por otras cosas de menor importancia, afirmando que lo haremos después; nos tardamos en esforzarnos lo suficiente para construir el estilo de vida que anhelamos porque más adelante encontraremos el espacio.
La dura verdad es que lo desconocemos por completo.
Ser consciente de tu propia mortalidad no quiere decir que te recuerdes que vas a morir todos los días, sino que más vale actuar ahora porque tu tiempo sobre la tierra es finito.
Si lo piensas de esa forma, no tiene ningún sentido posponer. Tenlo bien presente y cambia la manera de vivir tu vida.
Lo que aprendí esta semana
Pueden pasar años y años, la familia estará allí presente y siempre les tendré un cariño inmenso a cada uno de ellos.
La imagen de mi padre que quiero atesorar es la actual: espontáneo y con arrugas, pero sensible en cualquier momento.
Existen personas que, sin importar el tiempo que pase, estarán allí para ti y podrás entablar una conversación con ellos como si no hubiera pasado en lo absoluto.
Canción de la semana: Almost Home - Moby & Damien Jurado.
Gracias por compartir desde la vulnerabilidad, Luis. Me llevo varias enseñanzas de estas reflexiones que compartes. Hay cosas que "sabemos" pero al vivirlas cobran un sentido distinto. Admiro tu disposición de atravesar esas experiencias y aprender de todas ellas. PS. Está linda la canción!
Mi favorito de todos los tiempos 🤍🙏🏼 Y me llevo, hoy, un par de enseñanzas de aquí y de ti