3 lecciones que obtuve de uno de esos viajes a los que no quería ir
Carpe Diem: Tips, hábitos y mindsets que te ayudarán a lograr más y a vivir una vida más plena, cuando cuentas con menos tiempo.
💬 Esta semana aprendí nuevamente el significado de la palabra “hogar”, y de todo aquello a lo que no estoy dispuesto a renunciar.
🤔 Hoy me pregunto cómo es posible que Dios siga guiándome cuando he cometido tantos pero tantos errores.
🎧 Canción de la semana: Rebels de Matchbox Twenty.
¡Feliz sábado!
Sí, feliz sábado. Puede ser la primera ocasión en la que decido publicar en este día, pero es que han sucedido tantas cosas en mi vida recientemente que no supe encontrar otro espacio para sentarme a escribir para Uds. La gran y más importante de todas me ha hecho feliz en maneras que no creía que fuera posible, al menos no por ahora.
Ya les contaré después de qué se trata.
Lo cierto es que la vida siempre te sorprende, con la explicita condición de que estés en la disposición de asimilar sus enseñanzas.
Y eso es lo que ha venido sucediendo. Una grata sorpresa tras otra, un inesperado momento tras otro, mi corazón que se vuelve a encender tras una larga espera. Gracias a esto es que pude darme cuenta de que pocas cosas en la vida están escritas sobre piedra, y que lo que tal vez creías iba a ocurrir termina no ocurriendo exactamente así. Lo cual, en mi caso, me ayudó a sonreír de nuevo.
Y es de esas pequeñas (y no tan pequeñas) vueltas que da la vida de las que quiero hablar hoy. Específicamente de una en particular que surgió de un viaje al que no quería ir. Un viaje a Punta Cana que terminó por marcarme tanto por dentro, no por las playas azules ni por la arena delgada, sino porque entendí que hay tanto de positivo que puede tomarse de cada circunstancia en la vida, sin importar lo negativa que pueda parecer.
Al fin y al cabo, esa es la magia de la vida que me cautiva: la posibilidad inminente de que puedes vivir algo inolvidable en cualquier momento. Porque muchas cosas bonitas nacen de experiencias espontáneas, y creo que esa fue la razón por la que aprendí tanto de ella.
Estas fueron esas 3 lecciones que obtuve de ese viaje a Punta Cana al que me rehusé ir hasta el último instante:
No debía cerrarme a nuevas experiencias por creer que no era el momento adecuado
Creo que debo ponerte en contexto. Hace año y medio mi matrimonio estaba llegando a su fin. Recuerdo tantas noches en las que me dedicaba a contemplar el silencio de la noche, absorto en mis propios pensamientos, como anonadado, congelado como una estatua de piedra, intentando encontrar mi camino de nuevo. No tenía mucho que hacer, después de todo, una semana después también había perdido mi trabajo. El derrumbe emocional era catastrófico porque era imposible no criticarme por las decisiones tomadas, por esas veces que pude haber dicho no en lugar de sí, por no haber escogido la otra opción y no la que en realidad terminé escogiendo.
Y entonces se hace evidente la idea del viaje a Punta Cana con mis amigos más cercanos. Digo que se hizo evidente porque había sido planeado meses atrás, cuando mis circunstancias eran diferentes, cuando aun tenía trabajo y cuando aun me hallaba dentro de un matrimonio.
Cualquier persona cuerda diría que era el peor momento para irse de viaje, y tendrían toda la razón.
Pero eso es lo que sucede con esos instantes duros de la vida: sirven para que las personas cercanas a ti te demuestren lo que significas para ellos.
Mis amigos no me permitieron poner un peso. Previamente habían decidido que yo iría, muy a pesar de cómo me sintiera, muy a pesar de que de forma directa les decía que era lo que menos quería hacer.
Así transcurrieron las semanas. Yo negándome a armar la maleta, y mis amigos metiendo mi ropa dentro de ella.
Hasta que finalmente tuve que elegir, y gracias a Dios elegí haber ido. Pasamos en total unos tres días en Punta Cana. Y debo decir que no cambiaría nada de ese viaje. Viví una de las noches más locas de mi vida yendo a Coco Bongo y siendo echados por seguridad porque la esposa de uno de mis mejores amigos empezó a arrojar agua fría a las demás personas; un atardecer sumergidos en la playa, tomando gin tonics y miami vice, compartiendo historias pasadas de nuestra adolescencia y de todos los años que llevamos conociéndonos; una noche que pasamos sobre la arena, frente al mar, acostados sobre las asoleadoras, observando las estrellas y hablando sobre cualquier tema que se nos ocurriera. Sin mencionar el hecho de que volví a Colombia con una oferta de trabajo.
Todo, y cuando digo todo me refiero a todo, fue especial a su manera, y lo recuerdo de esa forma.
Pude haberme mantenido en mi posición y no haber armado la maleta, pero de haberlo hecho, no supiera lo que sé ahora: no existe el momento perfecto para hacer lo que siempre has querido hacer. Sencillamente hazlo.
En realidad, sí tenía motivos para sonreír

Si de algo estoy seguro es que todos contamos con motivos para sonreír, aunque pueda parecer todo lo contrario.
El problema al que me enfrentaba en mi cabeza era que veía alrededor y no veía nada positivo. Si volteaba a mirar a mi vida profesional, era difícil para mí hallar razones para haber perdido mi trabajo como lo hice; si miraba a mi vida emocional, me esforzaba por reconstruirme mientras que mi matrimonio se iba desvaneciendo entre mis dedos. Había tanto fuera de lugar que era imposible poder mantener el equilibrio. Y por esa misma razón consideraba que todo andaba mal.
Lo que tardé en darme cuenta era que no eran circunstancias malas de la vida, eran simplemente circunstancias. Y que la incertidumbre, el fracaso y la soledad también hacían parte de ellas.
Había perdido demasiado tiempo repitiéndome lo mal que me encontraba, lo incomprensible de lo que me había sucedido, de lo injusto que era, de lo absurdo, que lo único que hacía era aumentar esa misma perspectiva acerca de mi propia vida. Como lo afirma la autora Mel Robbins:
“Tu relación contigo es la base de cualquier cosa en la vida. La forma con la que te hablas y te tratas marca el tono de todo lo que haces en la vida”.
Mel Robbins, 1 hábito para cambiarte la vida.
Por esa época cometía un error gravísimo: me juzgaba demasiado duro. No dejaba espacio para equivocaciones, para malas decisiones. Obvio que no las cometía adrede, pero es que ese no era el punto. El punto era que no las consideraba como parte del camino, sino como desviaciones, como interrupciones.
Más adelante entendí que la manera cómo me hablaba era fundamental porque trazaba los límites de lo que pensaba sobre mí mismo y sobre lo que me rodeaba.
Si me convencía de que era pésimo tomando decisiones y que antes indudablemente estaba mejor, entonces bajo ningún motivo vería mi realidad como algo positivo. Si me repetía que era un estúpido por haber actuado como lo hice, las consecuencias no me enseñarían nada y tan sólo serían una prueba de esas afirmaciones.
Júzgate mejor. Es más, no te juzgues. Eres humano, y como tal, cometes errores.
Debía aprender a apreciar el momento
Ya en Punta Cana, tenía dos opciones:
Seguía sumergido en mis pensamientos autodestructivos.
Construía una especie de paréntesis mental y disfrutaba del momento.
Por suerte, me incliné por la segunda. Y no me arrepiento de ello.
El mar se mostraba como un recordatorio de lo afortunado que era por poder caminar por allí; ese atardecer casi surreal en el que interactuaban tres generaciones distintas (mis amigos y yo, la hija de uno de ellos, y los abuelos de ella); el “juego” desbaratado de pool la noche en la que llegamos (en el que realmente todos éramos perdedores). Pude haber sido un completo ignorante de todos esos momentos y dedicarme a renegar acerca de mi propia vida. Pude haberlo hecho y quizás hasta cierto punto hubiera sido entendible.
Sin embargo, algo dentro de mí me gritaba, me rogaba que me enfocara en lo que tenía justo enfrente. Y gracias a Dios presté atención porque, de lo contrario, hubiera desperdiciado todo lo que esos tres días me enseñaron.
Al fin y al cabo, cada momento es único y rara vez se repiten exactamente igual. De ahí que sea nuestra tarea aprovecharlos al máximo.
✌🏻 Antes de que te vayas…
Hace unas cuantas semanas, te conté cómo refiriendo Carpe Diem a tu familia y amigos, puede ayudarte a recibir algo en cambio.
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Este es el post en donde te doy más detalles:
Que escrito más sincero. Intentar ver siempre el vaso medio lleno puede llevarnos a lugares preciosos, esos que jamás creímos ver. No hay nada mejor en los peores momentos que la ACCIÓN, en la forma que sea vijae, cena, llamada... Gracias a ello irán saliendo nuevas propuestas, emociones, experiencias. Jamás quedarse llorando en casa debería ser una opción o en caso de serlo por tiempo limitado. Enhorabuena por tu elección 💫