2 pasos para salir de tu zona de confort
Carpe Diem: vive en el presente y persigue lo que te apasiona. Sé feliz.
A partir de la próxima semana, además de esta publicación, empezaré a compartirles artículos que yo mismo he escrito y que me ayudaron a dar origen a Carpe Diem. Estos artículos los estaré publicando cada miércoles.
¡Feliz domingo!
Siento que debo disculparme por no haber publicado la semana pasada. En pocas palabras, terminó siendo imposible para mí. Y todo ello me llevó a las conclusiones que quiero contarles a continuación.
La semana pasada hice un viaje con dos de mis mejores amigos. El viaje consistía en trasladarnos de Miami a Orlando por carretera. Tan sólo la idea de poder hacer el viaje resultaba atractiva porque no había viajado a Estados Unidos antes. Y, siendo alguien que disfruta manejar por carretera, no existía razón alguna por la que considerara no ir.
Sin embargo, en los días que precedieron a la fecha del viaje, estaba completamente seguro de que no iría. Y hoy, días después de que haya finalizado, me pregunto por qué. Es decir, no las razones que me repetía a mí mismo acerca de por qué era mejor no ir, sino de lo que se encontraba oculto detrás de eso.
Muchas veces, la respuesta que buscamos no es tan evidente como pensamos inicialmente.
A veces, hallar las respuestas requiere un poco de esfuerzo.
Y allí estaba yo. Caminando entre la multitud de gente, admirando cada rincón, cada casa temática, cada ocasión en la que cruzaba una esquina y veía disfraces, dragones, personajes de películas y, por supuesto, superheroes. Caminaba y luego caminaba un poco más. A pesar de que ya al final de la tarde mis pies dolían demasiado, el abrir mi mente a esta nueva experiencia es algo que se quedará conmigo por el resto de mi vida. Recién llegados, tuve el impulso de decir que me subiría a una montaña rusa llamada The Hulk, la cual, en términos simples, se trataba de hacerte cuestionar por qué carajos decidiste subirte en primer lugar. Le tengo pánico a las alturas, y esa es la razón principal por la que nunca me subo en montañas rusas, pero tengo muy presente ese instante en el que viendo todo lo que tenía alrededor me animé a decir “¡vamos!”.
Fue de esa forma que mis amigos y yo terminamos subiéndonos a la mayoría de atracciones que el tiempo nos permitió, y eso me tomó de sorpresa. No por los demás, sino por mí mismo. De hecho, llegué a subirme a una montaña rusa que tengo decir no debería existir. Se llama el VelociCoaster y honestamente pensé que iba a morir. No es una exageración. En cierto tramo, los carritos sobre los que te desplazas se inclinan en un ángulo que hace que tu cuerpo se desprenda de la silla, haciendo que lo único que te mantenga “sano y salvo” sea esta cuestión de seguridad que te colocan encima de tu pecho. Fue imposible para mí abrir los ojos en todo el recorrido y más bien me dediqué a lanzar insultos a mi amigo que me convenció de que era una buena idea subirse.
Pero a pesar de esa sensación que me dio en el estómago cuando daba vueltas y vueltas sin saber exactamente en dónde me encontraba, lo que me queda no es ese miedo y ese nerviosismo que me helaba el cuerpo minutos antes de arrancar, sino las risas que se apoderaron de mí una vez bajé. No fue el hecho de que pensaba que iba a morir y que sin importar cuánto me esforcé nunca pude abrir mis ojos; fue realmente el haber sido capaz de vivir esa experiencia nueva para mí.
Pude haber dicho que no. Que no había forma alguna que me subiera en una montaña rusa, mucho menos en una con la reputación de ser la más rápida de todo el parque. Y, siendo completamente honesto, muchas veces he vivido mi vida de esa forma.
Debo confesar que es normal para mí negarme a vivir experiencias nuevas. Y echando un vistazo hacia atrás, me doy cuenta de que el miedo en muchas ocasiones me paraliza. El miedo me hace decir no, cuando la respuesta que mi corazón reclama es por qué no. El miedo me hace ver todas las posibilidades en las que algo puede no salir tan bien, en lugar de inclinarme por aquellas en las que todo sale de la mejor manera.
El miedo es lo que ha provocado que a lo largo de mi vida no haya buscado salir de mi zona de confort con más frecuencia.
Sé valiente y toma riesgos. Si deseas disfrutar la vida que la mayoría no puede tener, tienes que hacer lo que la gente no está dispuesta a hacer. No todos los que asumen riesgos serán ganadores, pero todos los ganadores asumen riesgos. Así que empieza por alejarte de tu zona de confort: da ese primer paso, da inicio a esa idea que ha estado dando vueltas en tu cabeza, di que sí a esa oportunidad. Haz esto todos los días y tu vida empezará a florecer.
Simon Alexander O.
Empieza pequeño, pero empieza. Asume pequeños riesgos, pero asúmelos.
Gracias a lo que he vivido en las últimas dos semanas es que puedo afirmar que algo ha cambiado en la manera en que he empezado a ver la vida. Al fin y al cabo, existe mucho más en la vida que permanecer enfrascados en lo que conocemos.
Y pienso que de eso se trata: de llegar a saber lo más que podamos acerca de nosotros mismos mientras dejamos atrás el miedo que nos detiene de vivir.
¿Cómo entonces rompes con esa zona de confort?
Aparte de la importancia de asumir riesgos, he aprendido que existen otras dos formas de hacerlo:
Acepta el hecho de que no lo sabrás todo
La mayoría de las veces lo que te detiene de salir de tu zona de confort es que sencillamente hay demasiadas variables a tener en cuenta. Nada está escrito, nada es seguro, nada está previamente determinado. Es decir, no hay seguridad en nada.
Pero lejos de que esta sea una razón válida para no actuar, la incertidumbre puede conducirnos a las mejores cosas que podrían ocurrirnos.
Y entender esto es lo que me ha impulsado a tomar decisiones en los últimos años de mi vida. Vale más lo que podría ganar que todas aquellas cosas que podrían salir mal. El premio simplemente es suficiente para arriesgarme.
Hay una frase que escuché una vez que dice que si quieres obtener los mismos resultados que todo el mundo, haz lo mismo que hace la mayoría de las personas. El problema es que nunca me he visto de esa forma. Casi que inconscientemente siempre he sabido que mi camino es distinto al de los demás, y que por ese motivo me debo a mí mismo continuar avanzando hasta alcanzarlo.
Es muy difícil que lo sepas todo antes de dar el primer paso. A decir verdad, esto casi nunca sucede.
Lo que realmente termina ocurriendo es que, si deseas algo, buscarás la manera de hacerlo realidad aun si no cuentas con todas las respuestas.
Deja el miedo atrás
No necesitas de más tiempo, necesitas menos distracciones. No necesitas más recursos, necesitas ser recursivo. No necesitas confianza, necesitas valentía. No necesitas más objetivos, necesitas mejores hábitos. No necesitas motivación, necesitas disciplina. No necesitas el momento perfecto, necesitas iniciar.
Simon Alexander O.
Ya he hablado acerca de mi miedo a las alturas. De lo que no he hablado es acerca de mi miedo al fracaso. El miedo a darme cuenta de que no logré nada de lo que quería; el miedo a ver cómo se esfuman mis sueños por no haber hecho lo suficiente por ellos.
En mi caso, es ese mismo miedo el que me impulsa a hacer las cosas diferente hoy en día. Sé que preferiría mil veces haber hecho todo lo posible por algo y que aun así no se materialice, que haberme negado esa posibilidad.
Una es más triste que la otra, en mi opinión.
Cuando de miedo se trata, la única opción que nos queda es enfrentarnos a él. Pero eso también se queda corto. El miedo se vence entendiendo que rara vez los grandes cambios en la vida ocurren espontáneamente; los grandes cambios en la vida son el resultado de meses, incluso años de trabajo constante en búsqueda de ese objetivo.
Así que si deseas vencer cualquier miedo que te esté deteniendo, empieza pequeño. Empieza por implementar sistemas que te permitan ir dando pasos en la dirección correcta. No pretendas ser una persona nueva de la noche a la mañana, porque en la vida son los procesos lentos los que nos permiten lograr todo aquello que vale la pena conseguir.
Como escuché una vez decir, “convierte tu vida en una historia digna de ser contada”.
Lo que aprendí esta semana
Estar lejos de casa me otorga perspectiva. Perspectiva acerca de lo que en verdad importa en la vida.
Hay niños que no le temen a las montañas rusas, lo cual es para morirse de la risa, considerando que yo tengo 34 años y ellos aproximadamente unos 10.
Existen ciertas situaciones que aparecen por un momento y luego se marchan. Son fugaces sí, pero es eso mismo lo que las hace tan necesarias.
Si deseo que algo ocurra, las excusas no sirven de nada. Los mejores momentos en la vida se encuentran al otro lado de la incomodidad.
Canción de la semana: Overture, de Fabrizio Paterlini.
A veces hay que hacer las cosas con todo y miedo, porque si no, no haces nada.
Así que hay que darte un fuerte reconocimiento, porque para nada es sencillo hacer algo que te aterra.